Renunciemos Al Pecado
Por Nelsi Rossi https://sanidadespiritual.com/
Altivez de ojos, y orgullo de corazón, y pensamiento de impío, son pecado. (Proverbios 21:4).
Examinaremos estas tres expresiones de pecado a las cuales debemos renunciar: Altivez de ojos. Orgullo de corazón. Pensamiento de impío,
Comienzo haciendo referencia a la altivez de ojos, y para ello quisiera citar la palabra que dice”:
“La lámpara del cuerpo es el ojo; así que, si tu ojo es bueno, todo tu cuerpo estará lleno de luz;” (Mateo 6:22).
La Altivez es definida como un sentimiento de superioridad frente a los demás. Es discriminatoria y nos conduce a la jactancia.
El Orgullo es exceso de estimación hacia uno mismo que nos hace sentir superior a los demás.
Ambos términos son muy cercanos y difieren del carácter manso y humilde de nuestro Señor Jesucristo. Esto explica por qué el apóstol Pablo nos recomienda asociarnos con los humildes: “Unánimes entre vosotros; no altivos, sino asociándoos con los humildes. No seáis sabios en vuestra propia opinión”. (Romanos 12:16).
Por su parte, el Señor Jesús nos ordena aprender la humildad de Él: Llevad mi yugo sobre vosotros, y aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga. (Mateo 11:29-30).
Ahora mencionemos el pensamiento de impío para completar la trilogía: OJOS, CORAZÓN, MENTE, ya que los tres abarcan la totalidad de nuestro ser: (espíritu, alma y cuerpo). De manera que, si pecáremos con uno solo, no estaremos exentos de culpa. Pero gracias sean dadas a Dios que a través del apóstol Juan nos anima a confesar nuestros pecados al Señor Jesús: “Si confesamos nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad”. (1 Juan 1:9)
Decido aprender la humildad del Señor,
Imitando su conducta para poder andar.
Pues el que quiere tener limpio su corazón,
Al orgullo y a la altivez tiene que renunciar.
Que la altivez no me haga sucumbir al pecado,
Señor por favor te ruego, límpiame de este mal.
Que mi corazón se rinda y esté a ti consagrado,
Que te mire solo a ti y viva por siempre a tu lado,
Para resistir al enemigo cuando me quiera tentar.
Llevo mis pensamientos cautivos a tu palabra,
Derribo todo argumento y altivez que se levante.
Pues no quiero servir al pecado como una esclava,
Solo a ti mi Salvador que me has hecho triunfante.
Amén.