Por: Nelsi Rossi http://sanidadespiritual.com/
Muy bien —dijo ella—, iré contigo. Pero tú no recibirás honra en esta misión, porque la victoria del Señor sobre Sísara quedará en manos de una mujer. (Jueces 4:9)
Así como sucedió en cierta época de la historia cuando algunos gobernantes se sintieron intimidados, cuando fue necesario que una mujer enfrentara la guerra, así mismo hoy en estos tiempos cuando las batallas espirituales se hacen más intensas, la mujer debe decir: ¡Aquí estoy!
Hace muchos años una mujer valiente llamada Débora se levantó a dirigir una campaña militar contra Jabín, rey de los cananeos, enemigo del pueblo de Dios.
¿Cuántos “cananeos” hay hoy en día intentando destruir lo que te pertenece? ¿Lo que te ha sido entregado por el Señor?
¿Cuántos “cananeos” te infunden miedo, preocupación, inseguridad, tristeza y aún te deprimen?
Leamos a continuación parte de la historia de esta mujer llamada Débora, cuyo nombre significa “Abeja” o “avispa” trabajadora.
Un día Débora mandó a buscar a Barac, hijo de Abinoam, quien vivía en Cedes, en el territorio de Neftalí y le dijo:
—El Señor, Dios de Israel, te ordena: reúne en el monte Tabor a diez mil guerreros de las tribus de Neftalí y de Zabulón. Y yo haré que Sísara, el comandante del ejército de Jabín, vaya al río Cisón junto con sus carros de guerra y sus guerreros. Allí te daré la victoria sobre él. Barac le dijo:
—Yo iré, pero solo si tú vienes conmigo.
—Muy bien —dijo ella—, iré contigo. Pero tú no recibirás honra en esta misión, porque la victoria del Señor sobre Sísara quedará en manos de una mujer. (Jueces 4:4-9)
Da la impresión de que Débora fuera una mujer insubordinada que le estuviera dando órdenes al general Barac. Pero observemos bien que se trata de una palabra enviada por Dios. Y cuando Dios habla hay que obedecer.
Débora estaba hablando en el nombre del Señor. También Dios sigue hablando hoy a través de las mujeres. Él puede valerse de muchos medios y a la mujer le ha concedido autoridad.
En el principio, en el Libro del Génesis cuando Dios dijo: Y pondré enemistad entre ti y la mujer, y entre tu simiente y la simiente suya; ésta te herirá en la cabeza, y tú le herirás en el calcañar. (Génesis 3:15), Desde ese mismo momento se desató una guerra entre las fuerzas de las tinieblas contra la mujer. Pero gracias sean dadas al Señor quien nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo.
Por medio de Cristo, hoy no solamente usamos la autoridad delegada por Dios contra el enemigo, sino que los hombres pueden salir victoriosos gracias a la intervención de una mujer. ¡Aleluya!
Hay hombres que aun teniendo la autoridad no se atreven a tomar la decisión de enfrentar al enemigo. En tal caso, mujer, ¡Acompaña a tu esposo! ¡Acompaña a ese hombre en sus batallas! Porque cuando ésta haya concluido, ¡Tú serás honrada!
Cuando “Barac” no quiera enfrentar solo la batalla,
Alienta tus brazos y entra a pelear mujer valiente.
No te sientas intimidada por lo que dice la gente,
La guerra no se puede ganar de manos cruzadas.
Hay una palabra poderosa que nos anima a batallar,
Que con Cristo somos victoriosas, pero hay que pelar.
¿Y cómo iremos a la guerra si estamos arrinconadas?
¡Claro hermana querida, tú así no puedes hacer nada!
Esfuérzate y toma valor por la palabra de verdad,
Que Cristo está contigo y el Padre te amparará.
Un hombre necesita a una mujer que le acompañe,
A una mujer que diga “aquí estoy si me necesitas”
No una mujer para señalarlo cuando algo le falle,
Sino una que lo ayude y que con sabiduría lo asista.
Mujer, esa eres tú. Tú eres la Débora de este tiempo,
Los hombres esperan que cumplamos nuestra labor,
Así como ellos luchan aguerridamente por el sustento,
Luchemos nosotras espiritualmente y recibamos honor.