Por: Nelsi Rossi, http://sanidadespiritual.com/
Que el Dios de paz os llene de todo gozo y paz en el creer, para que abundéis en esperanza por el poder del Espíritu Santo. (Romanos 15:13)
¿Cuántas veces has escuchado la frase popular que dice “La esperanza es lo último que se pierde”? Pues bien, hay cierta verdad en ello, sin embargo, cuando se hace mención de esa “esperanza”, da la sensación que se
refieren a la confianza depositada en alguien, en sí mismos, o en el último residuo de fe. Pero permítame decir lo siguiente:
Solo Jesucristo nos hace permanecer fundamentados y firmes en la esperanza, por el oír su palabra con fe.
Pues Él es nuestra esperanza, y solo por Él podemos conocer las riquezas de su gloria. (Colosenses 1:23)
Algunas personas ponen su confianza en los políticos de turno. En los maestros. En el líder espiritual. En familiares. En amigos, o en alguna circunstancia a su favor. Hay también quienes ponen su confianza en las
riquezas las cuales son inciertas. (1 Timoteo 6:17)
Para combatir tales riesgos, por favor atendamos lo que Dios dice tocante a la fe, y a la esperanza:
Sabiendo que fuisteis rescatados de vuestra vana manera de vivir, la cual recibisteis de vuestros padres, no con cosas corruptibles, como oro o plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación, ya destinado desde antes de la fundación del mundo, pero manifestado en los postreros tiempos por amor de vosotros, y mediante el cual creéis en Dios, quien le resucitó de los muertos y le ha dado gloria, para que vuestra fe y esperanza sean en Dios. (1 pedro 1:18-21).
Así que, el Señor promete abundancia de esperanza a aquellos que le creen. Promete una genuina esperanza que dista mucho de la expectativa que tengamos en las personas. Pues esperar en Dios es sinónimo de fe, pero esperar en los hombres es sinónimo de incertidumbre.
A continuación, les invito a conocer mi propia experiencia descrita en los siguientes versos:
Me sentí defraudada y sin ánimo de continuar,
Por promesas que no tuvieron cumplimiento.
Pues, ciertamente en el hombre quise confiar,
Sin tener en cuenta a Dios en ningún momento.
Mas cuando decidí creer en las promesas de Dios,
Pude comprobar el vacío que había en mi interior.
Un vacío que nadie lo podía llenar absolutamente,
Pues lo buscaba fuera de lugar infortunadamente.
Buscaba paz, buscaba gozo y plenitud humana,
Me inclinaba por lecturas superficiales y vanas.
Escuchaba palabras superfluas de lo elocuentes,
De marxistas leninistas que confunden a la gente.
Era divertido lo que estaba conmigo sucediendo,
Aunque día a día me llenaba de más confusión.
Me preguntaba en silencio ¿Por qué no entiendo?
¿Por qué en el mundo no encuentro satisfacción?
Una y otra vez sufrí decepción tras decepción,
Al oír los argumentos filosóficos humanistas.
De hombres mortales que no dieron solución,
A los interrogantes del mundo existencialista.
La mayoría sin esperanza y sin Dios se murieron,
Pero prometían a la humanidad un pequeño cielo.
Hoy solo es un recuerdo que en el pasado hizo daño,
Amigo, ¡No quiero que tú sigas ese camino extraño!
Apoya tu esperanza en las promesas del Dios de Israel,
Es el único que te garantiza que si crees verás su gloria.
Nunca me ha fallado y nunca lo hará porque Él es fiel,
Dios no ocasiona decepción, ¡Dios nos da la Victoria!