El vals, un pasado accidentado

El vals, un pasado accidentado Por Idy Codington, historiadora de la danza. Theater with a Mission (TWAM) Traducido por Alejandra Gutiérrez Ningún baile de los últimos siglos, ni el Charleston, ni el Lindy, ni el Jitterbugging con música Rock and Roll, ni la Lambada, ni siquiera el Twerking, ha despertado…

El vals, un pasado accidentado

Por Idy Codington, historiadora de la danza. Theater with a Mission (TWAM)

Traducido por Alejandra Gutiérrez

Ningún baile de los últimos siglos, ni el Charleston, ni el Lindy, ni el Jitterbugging con música Rock and Roll, ni la Lambada, ni siquiera el Twerking, ha despertado la apasionada desaprobación moral que generó el Vals. En su primera introducción en Inglaterra en los primeros años del siglo XIX, el vals se consideraba tan vulgar y poco delicado que incluso el alocado Lord Byron, un notorio poeta romántico inglés conocido por su escandalosa vida privada, lo desaprobaba.

La señora Celnart, autora de El libro de cortesía de damas y caballeros, 1833, lo expresó sucintamente: “El vals es un baile de un carácter demasiado atrevido, y las damas solteras deberían abstenerse de bailarlo por completo, tanto en público como en privado. Sin embargo, a las jóvenes casadas se les puede permitir bailar el vals si lo hacen raramente y con personas que conocen”.

Se consideraba que los efectos del vals eran más nocivos para las mujeres jóvenes, que corrían el mayor riesgo físico por la excitación vertiginosa del baile.

“Hay algo en la proximidad de las personas, en las actitudes y en el movimiento que no concuerda con la delicadeza de las mujeres”, señaló una distinguida dama en El espejo de las gracias, 1813.

Donald Walker, en Ejercicios para damas, añadió en 1836 que el vértigo (la sensación de que tú, o el entorno que te rodea, se mueve o da vueltas) es uno de los grandes inconvenientes del vals y del carácter de esta danza, su giro rápido, el apretón de los bailarines, su contacto excitante, y las sucesiones demasiado rápidas y demasiado largas de emociones agradables, producen a veces en mujeres de constitución sensible, “síncopes o desmayos, espasmos y otros accidentes que deberían hacerlas renunciar a él. ”

El primer manual de danza en idioma inglés para enseñar el vals fue de Thomas Wilson titulado Una descripción del método correcto de bailar el vals, la forma autentica de esta danza de moda, que a partir de la graciosa y agradable belleza de sus movimientos ha obtenido un dominio sobre todas las demás áreas de esa cortés rama de la educación, 1816. Wilson, en ese momento, era el maestro de baile del King Theatre Opera House en Londres, Inglaterra.

Este manual usó la forma de casi todos los manuales de danza a partir del siglo XIX que he visto. La mitad del libro es un libro de etiqueta que establece reglas para la aceptación en una sociedad educada. La otra mitad proporciona instrucciones de baile. Dominar las reglas del comportamiento cortés y la capacidad de bailar en el campo de batalla de un baile o asamblea eran una necesidad para la movilidad ascendente durante esos años.

En Orgullo y prejuicio, de la novelista Jane Austin, cuando el Sr. Darcy conoce a la señorita Elizabeth Bennet en un baile en Inglaterra, existía un sistema de clases basado en la aristocracia heredada. En los Estados Unidos, fue la ausencia de tal sistema lo que dio lugar a un intenso apetito por los libros que enseñaban las reglas para el comportamiento adecuado en todas las esferas de la vida, desde la cocina hasta el salón de baile.

En Inglaterra y Europa, este formato de manuales de baile/etiqueta complementó la instrucción en persona durante siglos. Sin embargo, en la América del siglo XIX había muy pocos y, fuera de las ciudades más grandes, casi ningún maestro de baile impartía este conocimiento vital.

Como escribe Elizabeth Aldrich, autora de Del salón de baile al infierno: gracia y locura en la danza del siglo XIX: “El salón de baile del siglo XIX era el escenario perfecto en el que damas y caballeros, ataviados a la última moda, podían ejercitar sus considerables habilidades de baile y lo que es más importante, demostrar el dominio del comportamiento cortés, que se requería para ser aceptado en la sociedad refinada”.

¿Cómo aprendieron los estadounidenses a bailar y comportarse en el salón de baile y las asambleas donde se exhibía la interacción social? Manuales de danza. Hubo cientos de manuales de baile/etiqueta publicados en los Estados Unidos durante el siglo XIX.

Si desea leerlos, no necesita buscar más allá de An American Ballroom Companion, una colección en línea de la Biblioteca del Congreso, que pone a disposición más de 400 años de manuales de danza.

Florida estuvo a la vanguardia del baile de salón en los Estados Unidos. Según el Dr. Wiley Housewright de la Universidad Estatal de Florida, en su respetado libro Historia de la Música y la Danza en Florida 1565-1865, “El vals, que entonces no era aceptado en los estados del norte, se convirtió en el baile favorito tanto en Pensacola como en Tallahassee en la segunda y tercera década del siglo XIX”. En Theater with a Mission (TWAM) asumimos que el Príncipe Achille Murat (sobrino de Napoleón) y su esposa Catherine Willis Gray (sobrina nieta de George Washington) trajeron el vals a Tallahassee en la década de 1820 de sus viajes por Europa.

En las décadas de 1840 y 1850, el vals, con su posición de baile cara a cara que antes era escandalosa, era aceptado y amado en todos los Estados Unidos. A fines de la década de 1840, los estadounidenses comenzaron a compartir variaciones de vals con Europa.

A fines del siglo XIX, los estadounidenses continuaban inventando nuevas variaciones de vals con nombres estadounidenses: Military, Harvard dip, Newport. Mientras tanto, los europeos fueron simplificando y purificando la danza.

Luego de bailar un vals en una fiesta en Viena, Austria, observé que toda la gente elegante del lugar bailaba una sola forma, el vals vienés. Sin embargo, aquí en los Estados Unidos, ya sea en un baile social o en un baile clásico, encuentro que los estadounidenses somos infinitamente más creativos en la forma en que bailamos el vals.

Para cerrar, quiero decir que amo el Vals, y soy feliz de bailarlo, en cualquier forma, con o sin variaciones, y vestida a la moda de cualquier siglo. Siento que si el vals no existiera, alguien tendría que inventarlo.

Como dijo el compositor alemán Richard Wagner, “el vals es más embriagador que el alcohol”.

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